El arte abstracto deja de considerar justificada la necesidad de la representación figurativa y tiende a sustituirla por un lenguaje visual autónomo, dotado de sus propias significaciones (iconografía). El arte abstracto usa un lenguaje visual de forma, color y línea para crear una composición que puede existir con independencia de referencias visuales del mundo real.1
El arte occidental había estado, desde el Renacimiento hasta mediados del siglo XIX, sometido a la lógica de la perspectiva y a un intento de reproducir una ilusión de realidad visible. El arte de culturas distintas a la europea se hicieron accesibles y mostraban formas alternativas de describir experiencias visuales a los artistas. A finales del siglo XIX muchos artistas sintieron la necesidad de crear un nuevo tipo de arte que asumiría los cambios fundamentales que se estaban produciendo en tecnología, ciencias y filosofía. Las fuentes de las que los artistas individuales tomaban sus argumentos teóricos eran diversas, y reflejaban las preocupaciones intelectuales y sociales en todas las áreas de la cultura occidental de aquella época.
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